sábado, 17 de noviembre de 2012

No tiene que determinarse la medida en la que el tiempo pasa. Simplemente, quiérase o no, transcurre interminable. Intermitente a su antojo, vendaval derrapado, majestad pendenciera. Borrador sublime.

Se enfadó consigo mismo, pero luego se le ocurrió que en realidad era bastante natural que no supiera que quería: El hombre nunca puede saber que debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. No existe posibilidad alguna de comprobar cual de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. ¿Pero qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro. 
[Fragmento de La Insoportable Levedad del Ser de Milan Kundera]